Pueblos originarios y democracia
Padre Hugo Tagle@HugoTagle
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Padre Hugo Tagle
Cualquiera sea el resultado del plebiscito del 4 de septiembre, la mayor incorporación de los pueblos originarios a la vida nacional es una realidad que no tiene vuelta atrás. En buena hora. Eso sí, la misma Constitución –nueva o actual– deberá velar porque en sus comunidades se viva el sistema democrático al cual se integran.
Y esto vale para todos los grupos intermedios: si se quiere ser parte de una sociedad democrática, sus representantes deben ser elegidos democráticamente. No vale aquí el refugiarse en “sus costumbres” o en “un camino distinto de generación de sus autoridades”.
“Si se quiere ser parte de una sociedad democrática, sus representantes deben ser elegidos democráticamente”.
Occidente ha hecho un trabajoso camino de democratización, libertad y justicia, estampados en decenas de tratados y en la declaración de DDHH, lo que nos exige salvaguardar este principio básico de generación de las autoridades, cualquiera sea el gremio, grupo o “colectivo”.
Hay que desenmascarar toda suerte de autoritarismos, matonaje y abusos de autoridad. No podemos hacernos cómplice de arbitrariedades y despotismos. Ojalá me equivoque, pero todo apunta a pensar que al interior de muchas comunidades de pueblos originarios reina el miedo, una suerte de ley del silencio que solo perjudica a los más pobres y vulnerables entre ellos, especialmente mujeres y niños.
Es justo preguntarse por la generación de sus “voceros” o “loncos”. La pregunta por la transparencia, regularidad; por sus procesos electorales, informados y públicos, es justa. Una Constitución “democrática y social” debe velar por que el candidato de todo grupo que aspire a ocupar un escaño de representación popular sea elegido democráticamente, en un sistema abierto, participativo y libre.
Una Constitución está ahí para defender la libertad, igualdad y justicia entre los miembros de una sociedad, no para amparar arbitrariedades.
Los pueblos originarios tienen ahora la gran oportunidad de ser ejemplares en transparencia, probidad, libertad y justicia. Que no sean unos pocos entre ellos los que determinen el destino y suerte de sus pueblos.
Otro tanto se debe velar por la afiliación voluntaria a sus comunidades. Ya es muy cuestionable la propuesta constitucional de un sistema especial de justicia. Pues bien, entonces se deberá cuidar su pertenencia libre a ellas. Especial atención se debe tener con las mujeres que, siempre que lo quieran, puedan optar libremente a dejarlas.
La genuina incorporación de los pueblos originarios al concierto patrio supondrá necesariamente que asuman como suyo, por su propia dignidad y buen desarrollo, los valores universales de libertad, justicia y democracia.